UN DÍA NORMALMENTE INESPERADO - (Narración con hechos creados en clase)
Darlin Calderón
Todo comenzó como comienza todo,
con un nuevo día, un día de Julio en plenas vacaciones universitarias, ella se
levantó y se puso su levantadora color rosa, la favorita pues le recordaba su
tía que se la regaló y que vive en el extranjero.
Tomó su desayuno como todos los
días, a las 6:00am jugo de naranja, huevos cocidos, tostada y además café con
leche; tomo una camiseta roja de esas manga larga y gruesas, se puso dos pares
de medias pues sabía que en las noches hace mucho frío y sus pies deben mantenerse
muy abrigados, su trabajo es usualmente agotador pues debe pasar el día de pie,
tomo su uniforme azul claro su cartera que siempre estaba lista con las laves
de su casa y el vehículo adentro, aunque en este día de pico y placa no podía
utilizar el carro.
Salió caminando y se encontraron
con su novio en un parque cercano a casa, que es el mismo parque donde se conocieron
pues se encontraban todos los fines de semana cuando salían a pasear sus
respectivos perros acompañantes, ella un Golden Retriever que se llama Marco en
honor a un exnovio que ella quiso mucho pero tuvo que dejar porque cambiaron de
ciudad con sus padres para que ella pudiera venir a la ciudad a estudiar
medicina; y él con un fiel acompañante un Pastor Alemán grande pero calmado y
amigable que llevaba por nombre Gruber, por su afinidad con la cultura alemana.
Y fue precisamente esa afinidad
con la cultura alemana la que rompió el hielo, y dio inicio a sus
conversaciones, pues precisamente su tía, la que le regaló la levantadora rosa
favorita, vivía en Berlín, había ido allí a estudiar arquitectura desde hacía
mucho tiempo en la BauHausse, y los padres de él habían regresado de Alemania
para que su primogénito naciera en la fabulosa ciudad de Bogotá, además de eso,
para sus padres fue una excelente excusa pues ya querían regresar a su país
natal.
De esta manera se conocieron y se
enamoraron como dos niños; curiosamente eran tan afines, que hasta tenían pico
y placa el mismo día, y trabajaban en el mismo hospital, él como médico
cirujano y ella como médico general en la unidad de cuidados intensivos; de tal
manera que la sorpresa al saber que podían caminar y trasladarse juntos hasta
el hospital a diario, fue increíble pues ellos vivían con una necesidad
inminente de compañía, a causa de la soledad que sentían por la ausencia de
hermanos ó amigos cercanos pues eran personas incomprendidas por su tendencia
al servicio de los demás.
De esta manera y como todos los
días, se fueron juntos hasta el hospital, marcaron su entrada en el antiguo
marcador de tarjetas de los años 30 que tenían allí, atendieron algunos
pacientes en la mañana y a la hora del almuerzo, nunca podían estar juntos pues
solo tenían un tiempo limitado y no era posible que su hora de almuerzo fuera
la misma, pues siempre se encontraban con un “último paciente” antes de ir a
almorzar. En tan solo esa mañana, él recibió una llamada, una invitación a
almorzar para hablar respecto de una
ponencia en un seminario al cual él había sido invitado, de esta manera la
buscó para despedirse antes de salir al almuerzo, pero debían buscar un sitio
neutral pues era política del hospital que entre los empleados no se dieran
relaciones románticas, y así sin más solo podían besarse en el ascensor del
hospital, camino a la recepción del mismo para despedirse y comentar que se
verían a la hora de salida pues él tendría que continuar preparando su ponencia
para ese fin de semana.
Tomó un bus en las aguas pues
llegar a la universidad de los andes desde la clínica del country era bastante
relativamente fácil por este medio, además no le gustaban los taxis porque
siempre tomaban rutas que a él no le gustaban, como le pasa a todas las
personas que saben conducir y que ya conocen las rutas más cortas para llegar a
cada uno de sus destinos.
Por cosas del destino lo
llamarían muchos creyentes, ó porque así estaba escrito, ó por que los planetas
se alinearon de tal manera que cada circunstancia, llevara inevitablemente a
una situación particular, ó por simple casualidad, el bus se estrelló con una
motocicleta, la moto perdió un brazo, también su espejo retrovisor derecho y su
llanta delantera quedó torcida, por suerte para todos, él era médico, y además
muy bueno, tan bueno que solicitaban ponencias de sus temas de investigación,
tan bueno, que entró a estudiar medicina a los 15 años en la universidad
nacional, y con apenas 25 años ya era un médico cirujano muy reconocido, por su
vocación de servicio a la comunidad.
Atendió a las personas heridas,
pero especialmente brindó sus primeros auxilios al motociclista y al conductor
del bus pues el descuido realmente no había sido de ninguno de los dos, sino de
un niño cuyo balón se salió a la calle mientras que él jugaba al frente de una
panadería en donde sus padres estaban preguntando que tenía de almuerzo
ejecutivo pues esa tarde en particular habían decidido salir a almorzar en vez
de cocinar, luego de recoger a su hijo del colegio.
Aun cuando las cosas sucedieron
en un abrir y cerrar de ojos, la atención primaria, la espera de la ambulancia,
el traslado de los heridos a las diferentes unidades de atención, llevó
bastante tiempo, tanto tiempo que él perdió su cita para almorzar y se retrasó
más allá del turno de ese día, tanto, que ella decidió llamarlo para buscarlo,
a ver si la recogía para irse juntos a casa pues ella quería salir a cenar para
celebrar su ponencia y los reconocimientos a su excelente labor médica, pero su
celular comenzó a descargarse pues por causa de tantas constantes llamadas de
urgencia, así que debió recurrir a una cabina telefónica para llamarlo y
preguntar qué había sucedido; de esta manera, ella también tomó un autobús
hasta el lugar del accidente para acompañarlo y estar con él aun cuando ya nada
podría hacer pues todas las personas habían sido trasladadas y no hubieron
mayores complicaciones más allá de tomar declaraciones policiales, para conocer
los hechos circunstanciales del accidente.
Así el almuerzo se convirtió en
cena, pues la persona que lo estaba esperando, era uno de sus mentores un
médico egresado de la Universidad de Los Andes, con más de 30 años de
experiencia en la docencia y en la práctica médica, amigo de los dos, ahora que
todo lo hacían juntos, y de esta manera, con una historia de salvación de
servicio y de altruismo, finalizó el día de este par de muchachos que
comenzaron muy normalmente su día pero como todos los días que comienzan
normal, jamás terminan sin aprender algo y sin vivir algo totalmente
inesperado.
Darlin Calderón
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