martes, 16 de octubre de 2012


UN DÍA NORMALMENTE INESPERADO - (Narración con hechos creados en clase)
Darlin Calderón

Todo comenzó como comienza todo, con un nuevo día, un día de Julio en plenas vacaciones universitarias, ella se levantó y se puso su levantadora color rosa, la favorita pues le recordaba su tía que se la regaló y que vive en el extranjero.

Tomó su desayuno como todos los días, a las 6:00am jugo de naranja, huevos cocidos, tostada y además café con leche; tomo una camiseta roja de esas manga larga y gruesas, se puso dos pares de medias pues sabía que en las noches hace mucho frío y sus pies deben mantenerse muy abrigados, su trabajo es usualmente agotador pues debe pasar el día de pie, tomo su uniforme azul claro su cartera que siempre estaba lista con las laves de su casa y el vehículo adentro, aunque en este día de pico y placa no podía utilizar el carro.

Salió caminando y se encontraron con su novio en un parque cercano a casa, que es el mismo parque donde se conocieron pues se encontraban todos los fines de semana cuando salían a pasear sus respectivos perros acompañantes, ella un Golden Retriever que se llama Marco en honor a un exnovio que ella quiso mucho pero tuvo que dejar porque cambiaron de ciudad con sus padres para que ella pudiera venir a la ciudad a estudiar medicina; y él con un fiel acompañante un Pastor Alemán grande pero calmado y amigable que llevaba por nombre Gruber, por su afinidad con la cultura alemana.

Y fue precisamente esa afinidad con la cultura alemana la que rompió el hielo, y dio inicio a sus conversaciones, pues precisamente su tía, la que le regaló la levantadora rosa favorita, vivía en Berlín, había ido allí a estudiar arquitectura desde hacía mucho tiempo en la BauHausse, y los padres de él habían regresado de Alemania para que su primogénito naciera en la fabulosa ciudad de Bogotá, además de eso, para sus padres fue una excelente excusa pues ya querían regresar a su país natal.

De esta manera se conocieron y se enamoraron como dos niños; curiosamente eran tan afines, que hasta tenían pico y placa el mismo día, y trabajaban en el mismo hospital, él como médico cirujano y ella como médico general en la unidad de cuidados intensivos; de tal manera que la sorpresa al saber que podían caminar y trasladarse juntos hasta el hospital a diario, fue increíble pues ellos vivían con una necesidad inminente de compañía, a causa de la soledad que sentían por la ausencia de hermanos ó amigos cercanos pues eran personas incomprendidas por su tendencia al servicio de los demás.

De esta manera y como todos los días, se fueron juntos hasta el hospital, marcaron su entrada en el antiguo marcador de tarjetas de los años 30 que tenían allí, atendieron algunos pacientes en la mañana y a la hora del almuerzo, nunca podían estar juntos pues solo tenían un tiempo limitado y no era posible que su hora de almuerzo fuera la misma, pues siempre se encontraban con un “último paciente” antes de ir a almorzar. En tan solo esa mañana, él recibió una llamada, una invitación a almorzar para  hablar respecto de una ponencia en un seminario al cual él había sido invitado, de esta manera la buscó para despedirse antes de salir al almuerzo, pero debían buscar un sitio neutral pues era política del hospital que entre los empleados no se dieran relaciones románticas, y así sin más solo podían besarse en el ascensor del hospital, camino a la recepción del mismo para despedirse y comentar que se verían a la hora de salida pues él tendría que continuar preparando su ponencia para ese fin de semana.

Tomó un bus en las aguas pues llegar a la universidad de los andes desde la clínica del country era bastante relativamente fácil por este medio, además no le gustaban los taxis porque siempre tomaban rutas que a él no le gustaban, como le pasa a todas las personas que saben conducir y que ya conocen las rutas más cortas para llegar a cada uno de sus destinos.

Por cosas del destino lo llamarían muchos creyentes, ó porque así estaba escrito, ó por que los planetas se alinearon de tal manera que cada circunstancia, llevara inevitablemente a una situación particular, ó por simple casualidad, el bus se estrelló con una motocicleta, la moto perdió un brazo, también su espejo retrovisor derecho y su llanta delantera quedó torcida, por suerte para todos, él era médico, y además muy bueno, tan bueno que solicitaban ponencias de sus temas de investigación, tan bueno, que entró a estudiar medicina a los 15 años en la universidad nacional, y con apenas 25 años ya era un médico cirujano muy reconocido, por su vocación de servicio a la comunidad.

Atendió a las personas heridas, pero especialmente brindó sus primeros auxilios al motociclista y al conductor del bus pues el descuido realmente no había sido de ninguno de los dos, sino de un niño cuyo balón se salió a la calle mientras que él jugaba al frente de una panadería en donde sus padres estaban preguntando que tenía de almuerzo ejecutivo pues esa tarde en particular habían decidido salir a almorzar en vez de cocinar, luego de recoger a su hijo del colegio.

Aun cuando las cosas sucedieron en un abrir y cerrar de ojos, la atención primaria, la espera de la ambulancia, el traslado de los heridos a las diferentes unidades de atención, llevó bastante tiempo, tanto tiempo que él perdió su cita para almorzar y se retrasó más allá del turno de ese día, tanto, que ella decidió llamarlo para buscarlo, a ver si la recogía para irse juntos a casa pues ella quería salir a cenar para celebrar su ponencia y los reconocimientos a su excelente labor médica, pero su celular comenzó a descargarse pues por causa de tantas constantes llamadas de urgencia, así que debió recurrir a una cabina telefónica para llamarlo y preguntar qué había sucedido; de esta manera, ella también tomó un autobús hasta el lugar del accidente para acompañarlo y estar con él aun cuando ya nada podría hacer pues todas las personas habían sido trasladadas y no hubieron mayores complicaciones más allá de tomar declaraciones policiales, para conocer los hechos circunstanciales del accidente.

Así el almuerzo se convirtió en cena, pues la persona que lo estaba esperando, era uno de sus mentores un médico egresado de la Universidad de Los Andes, con más de 30 años de experiencia en la docencia y en la práctica médica, amigo de los dos, ahora que todo lo hacían juntos, y de esta manera, con una historia de salvación de servicio y de altruismo, finalizó el día de este par de muchachos que comenzaron muy normalmente su día pero como todos los días que comienzan normal, jamás terminan sin aprender algo y sin vivir algo totalmente inesperado.

Darlin Calderón

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